viernes, 28 de abril de 2017

MILLARES


Nada de explicaciones o entendimientos; el arte no puede ser el cómodo asiento de lo inteligible sino el camastro pavoroso de los pinchos donde nos acostamos todos para echarle un saludo temporal a la aguardadora muerte
(Millares, 1959, en Papeles de Son Armadans)

Junto a Tápies, Manolo Millares tiene un puesto de primer orden en el arte de mediados del siglo XX en España, acaso algo menguado debido a su temprana muerte, pero decisivo, siendo uno de los creadores de El Paso junto a Saura
 Oriundo de Canarias sus primeras influencias le vinculan decisivamente con el mundo del surrealismo (Óscar Domínguez) y de la cultura aborigen (pictografías del Barranco de Lobos). De ellas nacerán sus primeros cuadros cercanos a formas prehistóricas sobre un fondo activo que recuerda a las obras, también primerizas, de Tàpies (en ambas planean las sombras alargadas de Klee y Miró)
 
 Sin embargo, la historia del arte recordará a Millares por sus fantásticas arpilleras, material innoble (muy típico del expresionismo y el arte póvera que lo busca precisamente tanto por sus valores expresivos como éticos, al ser un residuo, cercano al mundo del trabajo manual y en las antípodas de las bellas artes) que ya había comenzado a utilizar el italiano Burri.

 En sus manos, estas arpilleras (acaso referencia también a las momias guanches) se desgarran y se recosen, dejando ver el bastidor y la pared, pues el cuadro ha dejado de ser ventana para ser objeto o, aún más, puro rastro físico de la violencia ejercida. En esto se ha convertido el acto pictórico tras la lección transcendental de Pollock. Muy cercano a las performances, nos encontramos con huellas, con el paisaje tras la batalla, en estas arpilleras desgarradas, embadurnadas de rojos y betunes.
 
Pero su abstracción no nos debería despistar, pues en el fondo son grandes gritos contra el mundo.

Franco está reformando su régimen dictatorial para darle una cara amable pero la España de los 60 sigue siendo negra y dura, una sociedad desgarrada como las arpilleras, pobre como ellas, violentada por la censura de sus grandes zonas negras… (Para que no lo olvidemos el propio Millares realizará numerosos dibujos y grabados mucho más realistas que nos dejan claro sus intenciones éticas, como la serie “los Curas”)

 El arte cumple una función social porque sabe señalar las pústulas (…) Sigue muy de cerca de la desesperación de nuestro tiempo, lo vigila y le cose sus heridas; lo registra en el grito del más profundo agujero y le asesina su lepra” (Millares, 1959, en Papeles de Son Armadans)

Esta idea seguirá vigente en toda su obra, aunque el autor evolucionará en lo plástico, pasando de los puros formatos bidimensionales a otros que están a mitad de camino de la escultura gracias a las arpilleras recosidas en forma de bolsas, la aparición de objetos de desechos … (sus Homúnculos o sus  Humbolt en la Amazonia) o las puras esculturas de material de desecho (Esculturas por la paz, sarcófagos…)




 Y aún todavía tuvo tiempo (ya en los 70) de dar un giro de tuerca a su estilo y crear un mundo mucho más feliz y añorante de sus Canarias natal en sus antropofaunas o en sus neardentalienses en donde reaparece el texto (ilegible) y el blanco (o el negro) se purifica hasta estallar en las arpilleras junto a los rojos y los anaranjados.








Para saber más

Dedicado a otro Manolo, que me enseñó a mirar el arte contemporáneo y a apasionarme por él
In memoriam

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